Conferencia realizada por Fernán Altuve-Febres Lores originalmente para la Escuela Naranja.
En primer lugar, quiero agradecer la invitación para ofrecer esta exposición. Más que una conferencia o un discurso, es una exposición sobre un tema que lleva por título el antifujimorismo. Siempre considero que es mejor hacer exposiciones sobre cosas afirmativas, no sobre cosas negativas, pero en el Perú los fenómenos políticos lamentablemente, a veces, son fenómenos negativos. Somos un país que en temas electorales la gente, muchas veces, en vez de ir a votar, que es un acto afirmativo, va a vetar, que es un acto negativo, y no se pone a pensar a quién apoyar con su voto, sino va a buscar castigar a alguien con su veto. Eso probablemente es una actitud que ha llevado a que en muchas oportunidades las elecciones donde se está jugando un futuro resulten en procesos que lo que están haciendo es ajustando cuentas con el pasado. Entonces, nos encontramos con cinco años donde las personas no saben mucho qué hacer.
En ese sentido, no me gustaría comenzar hablando del antifujimorismo sin decir porqué son anti a algo. Lo que hay que hacer es hablar del fujimorismo. El fujimorismo como un fenómeno. El fujimorismo termina siendo un fenómeno político al final, es la consecuencia política de varios fenómenos que se produjeron en el Perú entre la década de 1970 y la década de 1980. Cuando uno habla de política, uno tiene que entender que la política no es monodimensional, la política no es solamente las elecciones o solamente el debate entre los partidos o los parlamentarios. Muchas veces nos equivocamos y no entendemos que la política es el resumen de procesos culturales, en primer lugar. La gente cree que la cultura está alejada de la política y es todo lo contrario. Las corrientes de ideas, las corrientes estéticas, las corrientes de opinión del mundo y del país van a tener una consecuencia política y están en la cumbre de las decisiones y las opiniones humanas.
Es como las batallas, quien domina la colina gana la batalla. Quien controla la opinión cultural de una sociedad termina ganando políticamente a la larga. Tenemos también el espectro social, es decir, los fenómenos que se producen en la sociedad, los convencionalismos. Cuáles son los criterios que esa sociedad tiene de cómo organizarse y qué es lo adecuado y lo inadecuado. Está el campo económico. El campo económico es muy importante porque establece relaciones en base a lo privado o a lo público. Entonces, todo este conjunto de fenómenos culturales, sociales, económicos y finalmente, llamémosle, políticos que se produce en los años 80 y desemboca en la elección del año 1990, que es la que va a dar origen al fenómeno fujimorista. Esa década de 1970, de 1980, son décadas donde hay un gran debate sobre la cultura de lo estatal y de lo privado.
El debate se produce a partir de 1983, porque veníamos desde el año 68, a lo largo de 15 años, de un estatismo en la vida pública, en la vida económica, una supremacía del Estado, un empobrecimiento de la clase media. La clase media peruana desde los años 20 hasta el año 1970, a lo largo de 50 años, había crecido enormemente y asume un deterioro económico brutal. Socialmente, aparece el fenómeno de la migración. La migración por las razones de esa crisis económica en las provincias durante los años 70 o por la búsqueda de un mejor prospecto de vida. Ya la migración había comenzado en los años 40, pero se acelera en el mundo de la sierra, en el mundo andino en los años 70, y, obviamente, en las zonas rurales después de la reforma agraria se exacerba esa migración a Lima que se hace exponencial. Lima en el año 1980 era una ciudad de 2 millones de habitantes y ya había triplicado una década después su población.
Entonces, se da un fenómeno de urbanización sobre el mundo rural, un fenómeno de comunicaciones. Se empiezan a desarrollar altamente las comunicaciones y la interrelación, hay un fenómeno social de la emergencia de estos migrantes que van a reemplazar a una clase media burocrática que se ha empobrecido en los años 70, hay una lucha por la educación, por la profesionalización de una gran parte de la sociedad. Hasta los años 60 el número de profesionales era muy reducido. Todos estos fenómenos van a mostrar en 1989 una sociedad diferente, una sociedad, que una parte oficial del Perú, partidos políticos, grupos económicos todavía bajo los cánones estrechos de lo que se había vivido desde los años 60, no la vio. No vio un tsunami social, un tsunami económico y un tsunami cultural, lo que hoy día llamamos los emergentes, que estaban cansados de una forma de estructura económica política y social y estaban a la búsqueda de alguien que los representara.
En las elecciones municipales del año 1989, este fenómeno se produjo y buscaron electoralmente a alguien que venía fuera de los sectores del establecimiento. Es decir, de los sectores llamados, en ese entonces, tradicionales, formales, etcétera, y fue el que llegó a la alcaldía, el señor Ricardo Belmont Cassinelli, que era un hombre que tenía un discurso popular, era un hombre conocido que llegaba a esos sectores y que podía más o menos representar eso. Esa campanada que cualquier analista, digamos, de cierta visión, debió tomar en cuenta, no fue tomado en cuenta por los sectores políticos empresariales, académicos, y consideraron que fue un fenómeno casual. Ese fenómeno de emergencia, de insurgencia electoral, de protesta contra un modelo que se estaba agotando en los distintos campos que he mencionado. Incluso el cultural, la cultura chicha era una cultura que estaba en el cimiento de la sociedad y no era visible.
Contaré una anécdota, a mí me sorprendió mucho en esos días. Yo fui al cine y en esa época antes de la película daban un documental, un pequeño corto, y yo me acuerdo que en esos días dieron un pequeño documental sobre la muerte de Chacalón. La verdad, para mí fue una sorpresa, era un mundo que yo no conocía y entendí que había algo fuera de los márgenes de los distritos consolidados en los que más o menos vivía la clase media, digamos formal, y visible para la televisión de lo que estaba pasando. Poco después, me mandaron a hacer un trabajo y conocí Polvos Azules y me di cuenta que había otra realidad, pero yo era un estudiante universitario, no tenía ningún tipo de predicamento, mi impresión de que algo estaba cambiando no iba a tener ningún tipo de impacto en absolutamente nadie, lo cierto es que los sectores formales de la sociedad no vieron el fenómeno y ese fenómeno se vuelve a reproducir en la elección del año 90 y empieza a buscarse.
El pueblo empieza a buscar un nuevo candidato porque ya había elegido a Belmont y la verdad que no prendió en el cambio que esa gente esperaba. Y otra anécdota que me llamó mucho la atención, porque la universidad en que yo estaba, pues, era una universidad donde la mayoría, por no decir la unanimidad, de todos los votantes iban a votar por el candidato Mario Vargas Llosa. Pero a mí me llamó mucho la atención, porque le pregunté a las señoritas que trabajaban en la cafetería “¿y ustedes por quién van a votar?”, y me acuerdo que todas dijeron “Por el chino”. La verdad, honestamente, yo no me había dado cuenta que había un candidato chino, no lo había visto. Y les digo “¿por qué chino?” y me dicen “No, no, el japonés, el japonés”. Y ahí es cuando me acuerdo de haber visto dos o tres pequeños carteles a lo largo de la avenida Javier Prado.
Para mí, no era una figura desconocida, porque yo había visto en el Canal 7 que el presidente Fujimori cuando era rector tenía un programa que se veía a nivel nacional que se llamaba “Concertando”, y que era un programa muy visto, muy interesante de debate político, pero que obviamente la gente de la élite intelectual política y económica no tenía ni la menor idea que existía. Por eso, para ellos fue una sorpresa lo que ya empezaba a sonar. Además de que la universidad agraria era una universidad que tenía una presencia, casi la única presencia técnico rural a nivel nacional, y había viajado el exrector por todas partes. Entonces, ese fenómeno se produce porque hay un sector social, un sector económico, un sector cultural que está buscando a alguien que lo represente. Cuando se produce la elección, entonces ahí es cuando aparece el fenómeno del fujimorismo y lentamente aparece el fenómeno del antifujimorismo, que es para lo que me han pedido que yo les exponga un análisis.
Y vamos a hablar de un antifujimorismo antiguo, en razón a que después del año 2000 hay una especie de fujimorismo nuevo. Son dos antifujimorismos. Ese antifujimorismo, digamos, de los 90 o un antifujimorismo opositor, por contradicción de un fujimorismo gubernativo, tiene características particulares. Está representado por los grupos políticos que perdieron la elección, que nunca aceptaron ese resultado. Yo creo que no fue tanto que no lo aceptaron por el resultado mismo, sino que fueron muchísimos los errores que cometieron y la miopía ante un fenómeno que ellos pudieron, si hubieran sido un poco más sensibles, asumir y liderar, es en el fondo lo que generó una reacción que yo creo que aún los grupos que representaron esas alianzas o esos grupos políticos no han podido superar. Entonces, está el caso de los derrotados, está el caso del aprismo que, en ese momento, había dado un conglomerado muy fuerte, pero que va a ser mucho más fuerte a partir del 5 de abril, no en un origen. En un origen, hay hasta cierta actitud positiva.
Lo mismo va a pasar a partir del 5 de abril con la izquierda, que la izquierda tiene una actitud muy positiva al inicio apoyando al gobierno Fujimori y después del 5 de abril se convierte definitivamente en una opositora, más por sus vínculos con los grupos políticos derrotados en el tema de la estructura parlamentaria y también algunas simpatías que han tenido por los luchadores sociales, como les acostumbra llamar. Además, el triunfo sobre el terrorismo implica un triunfo sobre la izquierda, porque el terrorismo en el Perú ha sido un terrorismo absoluta y mayoritariamente por no decir casi exclusivamente, de izquierda radical, pero izquierda. Entonces, ese es el antifujimorismo que podríamos llamar antiguo, contra el gobierno de Alberto Fujimori. A eso hay que agregarle al antifujimorismo político, el antifujimorismo económico.
Había habido un conjunto de empresas o grupos industriales a lo largo de los años 70 y 80 que habían vivido de una estructura de dependencia del Estado. Es decir, había un proteccionismo. Eran empresas muy protegidas que tenían los sectores de la economía que estaban muy reservados para ellos y que permanentemente tenían un apoyo por los puestos de trabajo que daban. La liberalización económica del año 91 prácticamente hizo desaparecer a esas empresas, que eran empresas, de alguna manera, que vivían de un subsidio. Empresas, comercios y realmente esos grupos económicos que no estaban preparados para la realidad de la competencia. Una realidad que venía del mundo de afuera. No es un acto o una decisión individual, ya Bolivia había liberalizado la economía en el año 85, no en el año 91, seis años después.
Casi todos los países estaban en ese proceso, porque era una realidad del mundo, pero los grupos empresariales imputaron al gobierno de Alberto Fujimori la maldad y la perversidad de haberlos arruinado, porque no se pudieron reconvertir, no lo supieron hacer y eran industrias que eran parasitarias. Para la supervivencia de ellas tenía que haber financiamiento de los impuestos y de la caja pública. Otro sector, digamos, social que se vio muy afectado fue el sector de la burocracia. La burocracia se había convertido desde el gobierno militar prácticamente en una especie de clase social que estaba en la cumbre de la administración. En el año 88, 89, prácticamente la economía estatal que estaba asociada a la burocracia, porque también estamos hablando de la burocracia dentro de las empresas, implicaba un porcentaje enorme de la economía nacional. Hoy en día es un porcentaje muy pequeño.
Y, entonces, lo que tiene que hacer uno en los ministerios hoy en día, lo tenía que hacer en las empresas públicas. Para que a uno le pusieran un teléfono tenía que esperar, si tenía suerte, dos años, y tenía que rogarle al funcionario pequeño, al mediano, al más alto, y rogar a quien sea. Obviamente, tenían unos sueldos, unas estabilidades, unos beneficios y unas ventajas que dependían del impuesto de los pocos que trabajaban, de los pocos que producían, que pagaban impuestos. Esa clase, esa casta burocrática, prácticamente desaparece. Entonces, inmediatamente sale a la sociedad con el sentimiento de haber sido expulsada. Entonces, en lo económico, en lo político, en lo social, aparece un antifujimorismo antiguo, y obviamente también aparecen sus aliados internacionales, aliados internacionales sobre todo los sectores de la izquierda, que van generando una percepción del gobierno, que es un gobierno absolutamente popular, que es un gobierno que ha llegado al poder como un frente.
El fujimorismo se establece a partir del año 92 y eso yo creo que, para mí, es muy importante resaltarlo, como un frente político. El fujimorismo ha sido un movimiento que no ha sido un movimiento homogéneo. Quien quiera ver al fujimorismo como un movimiento homogéneo creo que se está equivocando, está errando su visión. Yo propongo que, lo he propuesto ya por escrito, lo voy a repetir acá, ese frente de aquel entonces, que no necesariamente es cómo se enfrentaría o se armaría un frente en el futuro, representaba un proyecto patriótico reformista y popular. ¿A qué me refiero con estos tres sectores? Patriótico porque logró representar a la Fuerza Armada y a los sectores de la familia militar, a los sectores que estaban comprometidos con el combate con sendero luminoso por los intereses de la soberanía nacional, con los grupos ronderos, con los grupos que estaban defendiendo al país de una agresión violentista y terrorista.
Entonces, había un sector que se identificaba con el gobierno por la línea de su posición patriótica. Había un sector reformista, de técnicos que habían observado el cambio que se había producido después de la caída del Muro de Berlín, hacía dos años nada más, y que veían que las estructuras económicas, políticas, sociales, no eran respetadas, sino que la informalidad había superado, había desbordado, al Estado, y quería reconectar a las instituciones públicas con la población y las grandes mayorías. Ese es el grupo de ministros y parlamentarios identificados, sobre todo, con Nueva Mayoría, que fue la expresión del año 92 en la constituyente, y hace la reforma de la constitución. Ese grupo de técnicos, muchos liberales, hay que decirlo con toda claridad, que se distanciaban del sector más conservador, patriótico, militar, era un sector liberal que representó esas reformas como la primera generación, llamada generación de los 90.
Y finalmente el sector popular. El sector popular fue un sector muy interesante que se consolida, ya tardíamente, a partir del año 95, 96, que se organiza fundamentalmente en la forma vecinal, en la forma municipal, y convoca a representantes de varios partidos, a la disidencia de los partidos políticos que habían perdido en los años 90 y 92. El movimiento “Vamos Vecino”, por ejemplo, se realizó a través de personas que venían del APRA, el mismo ingeniero Absalón Vásquez había sido un importante dirigente aprista. Había sectores que habían venido de la izquierda, había sectores que habían venido del Partido Popular Cristiano y sectores que habían venido del partido Acción Popular, pero que tenían una característica municipalista, estar muy cerca a la gente, tener una actitud hacia los mercados populares y tener una visión mucho más cooperativista de la sociedad, no tan liberal como los reformistas, sino cooperativista. Un reformismo no liberal, un reformismo social, por decirlo de alguna manera.
Esos tres grupos conformaron lo que fue el frente fujimorista hasta el año 2000, en que las tensiones internas, los conflictos, las dificultades, los gravísimos errores políticos internos institucionales que se cometieron, fracturaron a este frente. Este frente se rompió, no se pudo mantener, y su ruptura ha sido la que conlleva a la caída del gobierno del año 2000, porque muchas veces no se entiende que, cuando uno tiene una organización política, sea un frente o un partido, solo hay un valor que es insustituible: la unidad. Cualquier sacrificio por la unidad se debe hacer. En el momento en que no se sacrifica todo, la ambición personal, la ambición de grupo, el interés, la opinión, a la unidad, eso está perdido. Eso lo ha demostrado la experiencia.
A partir del año 2000 nos encontramos con otra realidad, ya no es ese fujimorismo de frente, ahora es un fujimorismo de oposición, que costó mucho trabajo, porque muchas personas que representaron el fujimorismo se habían formado en el gobierno y yo me acuerdo que había algunos dirigentes que hablaban, siendo el fujimorismo opositor, de la oposición, pero la oposición era el fujimorismo, el gobierno era el adversario. Ahí aparece un nuevo fujimorismo y un nuevo antifujimorismo. El nuevo fujimorismo que aparece es un fujimorismo de sentimiento, de agradecimiento, donde los grupos que he mencionado no están ya claramente definidos, sino que son los herederos de esos grupos, pero están en un espacio indeterminado. Es un fujimorismo que carece de un estado mayor firme, lo cual fue uno de los errores para no haber podido consolidarse mucho mejor. Se genera un fujimorismo parlamentario, que se basa mucho en el parlamento, cuando además el parlamento realmente es un poder poco querido y eso es uno de los elementos que ha generado su antipatía.
En vez de construirse la base, en la base se mantuvo inorgánico. El Estado Mayor del partido fue dependiente de la estructura parlamentaria, pero fue una fuerza electoral. Ese nuevo fujimorismo es una fuerza electoral. No sé si podría hablar de una fuerza doctrinaria o principista, pero era una fuerza electoral, era un hecho electoral. Ante ese hecho electoral aparece un nuevo antifujimorismo. Que, en cierta manera lo que hoy existe como antifujimorismo es la expresión de eso. Ese antifujimorismo nuevo ya no tiene al Aprismo y a Acción Popular como unos enemigos acérrimos porque también son fuerzas electorales y entienden la realidad del juego político a partir de las elecciones. Ese antifujimorismo se va quedando como un antifujimorismo muy ideológico, muy fanatizado y concentrado en dos sectores muy marcados.
Un antifujimorismo de los sectores económicos que, curiosamente, se beneficiaron enormemente. Como siempre el empresariado no tiene compromisos más allá de su interés, es así en todas partes del mundo, no es la ingratitud local. Su bandera es el interés y se manejan por intereses, por lo tanto, no se le puede pedir un compromiso. Y los sectores de izquierda muy politizados, muy ideologizados, muy radicalizados. Esos dos grupos, que son el pivote que sostiene hace 20 años a este régimen político que tenemos hoy en día. Aunque parezca una contradicción, los liberales económicos y los socialistas ideológicos están unidos. La izquierda llamada caviar no critica al modelo económico de ninguna manera, al contrario, lo único que quiere es que las empresas a través de la responsabilidad social los ayuden a llegar a hacer sus labores. Y, culturalmente, el empresariado no critica los valores, ideas o principios que transmite la izquierda.
Se ha producido lo que en varias ocasiones de la historia del Perú se ha producido, que es una alianza de intereses entre la gran burguesía económica y los sectores de izquierda que no son populares, contra los movimientos populares. Por ejemplo, en el año 1939, la gran oligarquía económica se alía con el partido comunista contra los dos grupos populares, que eran la Unión Revolucionaria de derecha y el Partido Aprista de izquierda, porque eran populares. Es decir, dos grupos antipopulares que tienen los resortes del dinero y el Poder Judicial, la burocracia o la tecnocracia, se alían contra los sectores populares que, como no se organizan y se mantienen de una manera inorgánica, no tienen Estado Mayor, creen que el Parlamento es un instrumento político, cuando no lo es. Entonces, toman el control del Estado.
En el año 39, la izquierda peruana llegó a decir que el presidente Manuel Prado Ugarteche, hombre que había sido presidente del Banco Central de Reserva e importante miembro de la familia que era dueña del Banco Popular, era el Stalin peruano. O sea, ese nivel de barbaridades declaradas, que hoy en día las escuchamos, ya no solo en los medios, sino que las oímos en las redes sociales, son en las cuales se acomodan los grandes intereses que no quieren perderse, porque han capturado el Ministerio de Economía y Finanzas, porque quieren seguir defendiéndolo, y los sectores sociales. La verdad es que es improductivo, porque lo que no se dan cuenta estos sectores económicos es que esa alianza, que les permite sobrevivir, a la larga los termina matando. Porque esos sectores de izquierda, en tanto y en cuánto no son fuertes para poder enfrentar a un movimiento popular, van a aceptar la alianza con la derecha liberal, con los sectores del liberalismo económico, pero cuando tengan la posibilidad de destruir a ese sector, lo van a hacer, como lo hicieron en el año 68.
Entonces, lamentablemente los sectores de la gran economía duermen con su enemigo y van a terminar, después de que sea destruido el modelo social, el modelo económico, en la destrucción del modelo empresarial, siempre lo dejan al final. Pero como no tienen la previsión de darse cuenta, pues ellos serán víctimas. Después, irán a tocar, como antiguamente, la puerta de los cuarteles o se acercarán a grupos para tratar de contrarrestar a ese pequeño Frankenstein que ellos han permitido que exista. Más o menos ese es el modelo del antifujimorismo actual. Está dado por esos dos grupos, uno altamente ideologizado que maneja la cultura, ya que la cultura está bajo el control fundamental de una concepción progresista.
Lamentablemente el fujimorismo no ha creado organizaciones de profesionales, de abogados, de médicos. Yo pregunto “¿los médicos, abogados y profesores fujimoristas existen?” Sí, muchos y muy buenos ¿están organizados? No, viven prácticamente como guerrilleros, aislados. Un movimiento político sin organización, sin Estado Mayor y sin líder no tiene futuro. Con líder y con pueblo tiene presencia electoral, pero no tiene futuro sin Estado Mayor. Entonces, la organización es la única forma de supervivencia y verdadera acción política. Te pueden quitar el ejecutivo, te pueden quitar el legislativo, te pueden quitar todos los municipios, pero mientras tú tengas a tus bases y a tu población con ese corazón organizado, jamás podrá ser derrotado.
Pongo el caso de Argentina. En Argentina, el peronismo estuvo 18 años perseguido, pero perseguido con prisiones, desapariciones, etcétera. Pero la organización popular siempre se mantuvo, el estado mayor siempre se mantuvo. Se favoreció de intelectuales, profesores, profesionales, se construyó una organización. Y, en un pequeño pueblo, alguien en el municipio ayudaba, en la escuela lejana un profesor peronista ayudaba, en el juzgado un secretario peronista ayudaba. Estaban organizados. Lamentablemente la gran lección de este asunto, que podríamos llamar, para terminar, no quiero cansarlos, la dialéctica del fujimorismo y antifujimorismo de los últimos 30 años es, como conclusión: quien domina la cultura, domina la política; quien tiene organización, controla el poder; quien no la tiene, no lo controla. Muchísimas gracias por la atención y espero que estas breves reflexiones les hayan podido ser de utilidad.